9 de abril de 2007

Los 10 pecados de Zaragoza



1 El 3-4-3 pasó de genialidad a extravagancia


Frank Rijkaard repitió en Zaragoza la osada fórmula táctica que en la Copa le sirvió para salvar a la desesperada una eliminatoria torcida en el mismo escenario y ante idéntico rival. Pero lo que aquella vez fue genial, en un partido de Liga sonó a excentricidad. El 3-4-3 no tuvo el valor de la sorpresa.


2 Cuatro laterales en plantilla y ninguno en el campo

Rijkaard ha variado durante esta temporada demasiadas veces el guión del éxito. Los dos años de títulos se cimentaron en un dibujo reconocible (4-3-3) y un estilo innegociable. Esta temporada se ha dudado de todo y de todos, empezando por el esquema y siguiendo por algunos jugadores, como los medios de cierre y los laterales. Seguramente la amplitud del plantel ha acabado convirtiéndose más en un defecto que en una virtud, sobre todo para un técnico que está más cómodo sin tener que descartar. En el once de Zaragoza hubo rarezas: de los cuatro laterales, tres de ellos renovados y el otro fichado el pasado verano, no jugó ninguno inicialmente.


3 Zambrotta, relegado, y sin desborde en las bandas

El desborde es básico para un Barça concebido para atacar. Sin laterales, en Zaragoza la llegada en las bandas se dejó casi exclusivamente en los pies de Messi y Giuly. En la segunda parte entraron Gio y Zambrotta, un campeón del mundo que se está habituando a no ser titular en partidos importantes.


4 Fallos de concentración intolerables y recurrentes

Ya pasó en el partido ante el Deportivo. Aquella noche, Víctor Valdés camufló con alguna magistral parada los inauditos errores de atención en defensa, que propiciaron por ejemplo el gol del honor del equipo gallego. Frente al Zaragoza se repitieron los desajustes atrás, aunque el tanto de la derrota azulgrana llegó en un tímido centro de D'Alessandro mal defendido por Oleguer y esta vez ayudado por un garrafal error del meta azulgrana. Con un sistema tan desprotegido como el 3-4-3 es inexcusable mantener la concentración colectiva en tareas de contención, una virtud que fue seña de identidad en años anteriores.


5 Llenar la media no sirvió ni para tener el balón

Una de las justificaciones más razonables para defender el 3-4-3 como táctica sensata es que sirve para asegurar 'a priori' el control del balón y, con él, el del centro del campo. Pues bien, en la primera parte de Zaragoza el Barça no mandó ni en una cosa ni en otra.


6 La segunda línea se fue con un tiro entre palos

En La Romareda, Rijkaard decidió sacrificar inicialmente a un defensa para ganar un hombre más en el centro del campo, repitiendo la fórmula de la Copa. Y si aquel día le salió bien porque muy pronto golearon Xavi e Iniesta irrumpiendo desde la segunda línea, el pasado sábado sencillamente no existió segunda línea. No hubo ni irrupción por sorpresa ni tiros de larga distancia. Márquez, Deco, Xavi e Iniesta se fueron al vestuario sumando entre todos un tiro a marco. Y no fue precisamente por un desgaste ejemplar en el trabajo de contención. Aimar, D'Alessandro y compañía camparon a sus anchas.


7 Los cracks no decidieron y sin Eto'o hay poca presión

El sábado no fue el día de los jugadores más desequilibrantes del Barça. Messi estuvo bien controlado por Diogo pero aún así se las ingenió para tener dos ocasiones. Ronaldinho limitó su rol al de pasador. La ausencia de Eto'o se reveló básica y no sólo por su pegada. Con él empieza la presión.


8 Valdés salva al equipo pero el equipo no salva a Valdés

La desgracia de Víctor Valdés es que nunca ha tenido la reciprocidad del equipo: él ha salvado infinidad de puntos para el colectivo pero cuando él ha errado el colectivo nunca ha ido en su rescate arreglando el marcador. Gracias a su espectacular progresión Valdés ha crecido tanto como portero que es una de las explicaciones más plausibles de que el Barça sea el actual campeón de Europa, pero también es cierto que históricamente 'escoge' mal el momento para fallar. La escena se ha repetido muy de vez en cuando. Este año le tocó la pifia ante el Liverpool y en Zaragoza. El equipo no supo agradecerle los servicios prestados ninguno de esos dos días.


9 La sensación de apatía, el signo más preocupante

Durante la 'era Rijkaard' la actitud del Barça en el campo ha sido intachable. Por eso sorprendió negativamente la sensación de brazos caídos del sábado. Hay la teoría de que un ciclo de éxitos acaba rebajando la ambición, pero eso no justifica una puesta en escena tan relajada. La 'semanita' ya dió pistas.


10 La humildad catapulta, la soberbia puede hundir

Una de las grandes virtudes que demostró el Barça en los dos últimos años fue un respeto reverencial por los códigos del fútbol. Medir al adversario de igual a igual sin dejarse llevar por una teórica superioridad fue un signo de humildad que en el campo se tradujo, por ejemplo, en empatar como mínimo en trabajo con el rival. Puede ser sólo una sensación, pero este año demasiadas veces el equipo ha parecido tan seguro de sí mismo, tan convencido de su capacidad futbolística, que la dosificación del esfuerzo se podía confundir con un pecado de soberbia. Recuperar aquel espíritu inconformista es clave. A ganas nadie debería ganar a nadie.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

creo que lo lei en Sport, puta mano nose que le pasa al Barsa.

Anónimo dijo...

ups lo envie por accidente.
puesi la verdad pienso que estos jugadores salen muy confiados a la cancha.