16 de abril de 2007

futuro blaugrana?


Que un producto de la cantera madridista termine como héroe en Tarragona es una posibilidad, por lo menos, curiosa. Sin embargo, cabe dentro de la lógica del fútbol moderno y particularmente del club blanco. ¿Cuántos de sus futbolistas juegan en otros equipos? Sin pensar mucho: Luis García, Valdo, Juanfran, Navas, Soldado, Cañizares, Mista… De esta comprobación puede inferirse que llegar a la Primera del Madrid es tan difícil para un chico del club como para uno de afuera. De hecho casi es más difícil, porque debe competir contra el resto del mundo. Lo infinitamente probable es que en Sao Paulo o Buenos Aires o Milán haya algún futbolista un poco mejor, cuando no el mejor de todos. En el centro de esta paradoja, donde los muy buenos son descartados por no ser sublimes, se encuentra Javier Portillo, goleador absoluto de toda la historia del Real Madrid en categorías menores.

Javier García Portillo (Aranjuez, 30 de marzo de 1982) vino al mundo con una misión muy definida: meter goles. De pequeño empezó a meterlos en una cancha de fútbol siete, en el patio del colegio San Isidro. Por entonces nadie llevaba la cuenta, pero debieron ser muchos, porque con 11 años un ojeador le ofreció la entrada en el Madrid. En este punto hay que leer despacio la estadística para no marearse. Ese primer año en el Infantil B metió 4 goles el día del debut, 42 en la Liga y otros 33 en torneos amistosos. Hasta su mayoría de edad se consagró siete temporadas consecutivas pichichi de todas las competiciones en las que participó. Todas: Ligas, Copas, cuadrangulares, torneos de verano. El resultado de su carrera como juvenil da la escalofriante cifra de 386 goles oficiales y 323 en partidos amistosos. Vale decir: más de 700.

Con semejante récord su ascenso al primer equipo parecía un mero formulismo, pero entonces el Madrid contrató a Ronaldo, nada menos. Portillo lo tomó con calma y trató de aprovechar cualquier oportunidad que se le presentara. "Después de diez años aquí no me voy a ir antes de jugar en el primer equipo", respondía a quienes ya le buscaban plaza en otro club. Un día Del Bosque le dio media hora contra el Panathinaikos y marcó; una tarde en Valladolid jugó tres minutos y volvió a marcar; una noche lo pusieron un minuto contra el Borussia en Dortmund y terminó salvando el pase del equipo a la otra ronda. A pesar de su eficacia los minutos no llegaban. Lo que llegaba eran más figuras mundiales, como Robinho o Cassano. Y con ellos la evidencia de que todos sus compañeros de promoción habían emigrado o bien no jugaban nunca: Miñambres, Raúl Bravo, Pavón, Rubén, César Navas…

La temporada 2004 fue tan enervante para él (sólo dos goles desperdigados en pedazos de partidos) que aceptó una sesión corta a la Fiorentina, primero, y al Brujas de Bélgica, después. En este último equipo pudo jugar 23 partidos seguidos, un lujo que no se daba desde los juveniles. De algún modo fue como aprender otra vez a caminar. Todo le parecía nuevo: la preocupación de sus rivales, la duración de los encuentros, el apoyo del técnico. Pero al final del campeonato estaba otra vez el Madrid, que para rematarla acababa de fichar a Van Nilsterooy. ¿Qué hacer? Con 24 años Portillo decidió empezar de cero y firmó contrato con el recién ascendido Nástic. En ese momento llevaba, sumando los minutos jugados, poco más de un campeonato en casi seis años. Como si el mundo se hubiese detenido en el 2001. Será posible usar su sentimiento antimadridista para que fiche por el FC Barcelona?

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