7 de febrero de 2014

Ya no se reconoce El Salvador




Nunca fue un paraíso pero era respirable vivir aquí. Si ya de por sí es frustrante el hecho que la política apeste, no puede resultar nada bueno que se mezcle con otras cosas detestables. El salvadoreño está acostumbrado a hacer lo que le dicen pero debería de adquirir consciencia y exigir una nueva clase política, más allá de extranjeros que se ponen de acuerdo con voceros interesados en que les paguen millones o shows como el que arma el todavía presidente de la república con sus espectáculos impresentables. 


 Mal negocio y peor arreglo para Mauricio Funes con esa afirmación que será el Ministerio de Hacienda el que pagaría en caso de que lo condenen por la demanda que le han interpuesto por difamar a un señor que no sé (ni me interesa), si violó o no a su compatriota en Panamá. Llegados a este punto resulta risible que los nacionalistas se jacten de serlo pero defiendan, a lo india Malinche, al que les ha hecho ese mamarracho de campaña que los tiene 10 puntos porcentuales abajo, y que parecieran casi insalvables para evitar que continúe el partido de gobierno. Pareciera casi irreal que lejos de hacer propuestas concretas, los "ruidos alrededor" sirven de distractores en esta campaña que ha sido un ASCO. El proselitismo siempre es pésimo, pero esta vez, ¡se han llevado las palmas!




Blanco y en botella, ¿leche? no siempre. Comparar por dónde ganan unos y por donde pecan los otros ha revelado las carencias de las extremas, aunque en este caso hablar de virtudes y debilidades sería desvestir un santo para vestir otro. Efectivamente, la anterior es una afirmación tan simple y absurda como irrebatible. Este circo es un fiasco; a este intento de exhibición bufonesca le empiezan a crecer los enanos, a los leones se le caen los dientes, los trapecistas padecen vértigo y hasta los tristes payasos, los agraciados e inventivos payasos, ya perdieron su sonrisa, porque los chistes ya no causan gracia. 


Tristemente vamos camino a otro quinquenio con nula gobernabilidad y seguimos con esas argollas dinosáuricas que no cesan en su intento de perpetuarse. Ya hasta soñar con que se refunde el estado y que surja sangre nueva es utópico, la indiferencia de nuestros conciudadanos no da para eso. Que Dios se apiade de nuestro país.