24 de noviembre de 2014

Fragilidad




Los pocos lectores frecuentes que tiene este espacio saben de mi fobia por la muerte. Ese evento al que todos estamos condenados me aterra por el temor a lo desconocido. En este país, como en todos, y desde que nacemos, tenemos fecha de caducidad, pero las chances de regresar con vida se acortan en un lugar tan violento como el nuestro. Algunos con quienes he conversado me dicen que tengo demasiadas ganas de vivir, que disfruto la vida, tantas cosas, pero no puedo determinar el porqué. Algo si es cierto, pienso que pocas cosas calan tanto como la frase "ya no está". La ausencia o desaparición física de alguien es algo que deja un vacío que solo nuestros seres queridos extrañarán. En una ocasión escuché a un padre decir que cuando perdió a su hijo le cambió la vida, porque no era el orden natural de las cosas. Se me quedó grabado a fuego en mi mente.

La atemporalidad, lo desconocido, ignoro lo que me causa tanta aversión y hasta desesperación, lo cierto es que es una sensación por demás incómoda y prefiero pensar en otra cosa o variar el tema si lo estoy conversando. Supongo que es menester ponerme en tratamiento porque esta condición no es normal. Definitivamente la vida es un viaje, hay que tratar de disfrutarlo.