9 de julio de 2007

con los pies en el suelo





Durante el último tramo de la pasada Liga, escuchamos con frecuencia aquella frase tan ‘valdaniana’ de que “el fútbol es un estado de ánimo” para justificar la etiqueta de favorito del Real Madrid tras protagonizar aquellas sorprendentes remontadas del último minuto. Los pronósticos de que la inercia ganadora le llevaría hasta el título se cumplieron en la última jornada para desgracia del Barça. Sin embargo, en un deporte tan caprichoso como éste, no siempre se cumplen los pronósticos y, menos, si van ligados al estado de ánimo. Porque si, efectivamente, el fútbol fuera un estado de ánimo, la próxima Liga ya no debería disputarse. Visto lo mucho y bien que se ha reforzado, vista la ilusión que por ello embarga a sus aficionados -como demuestra la encuesta de la página de al lado-, al Barça ya se le podría proclamar campeón de Liga, de Champions, de Copa... y de todo. Igualito, igualito que lo que, si hacen memoria, decíamos todos, empezando por el presidente Joan Laporta, hace justo un año.

Aquel Barça omnipotente era de antemano el ganador de las siete copas que iba a disputar. La calidad de su plantilla y los éxitos obtenidos la campaña anterior le avalaban. Casi no hacía falta ni jugar... Pero, claro, hubo que hacerlo y entre lesiones, complacencias, desidias y otros pecados que, sumados, nos darían más que los siete llamados capitales, la temporada se convirtió en un fracaso monumental.

Pero parece que las lágrimas derramadas hace tan sólo tres semanas ya se han olvidado. La mente humana entierra muy deprisa lo negativo y ya estamos todos de rúa por Barcelona sin que tan siquiera se hayan reanudado los entrenamientos.

Toquemos, pues, todos con los pies en el suelo. Y empecemos por los que deben controlar las nuevas tablas de la ley blaugrana -presidente, directivos, entrenadores, preparadores físicos y médicos-, sigamos (sobre todo!) con los jugadores y acabemos con la prensa y la afición, que también estamos obligados a fiscalizar el trabajo de unos y otros para que la ilusión no vuelva a tornarse decepción.

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