Acababa de despertarse por esa molesta e inoportuna llamada telefónica de madrugada y hablaba casi por inercia. Pero a medida que se iba despabilando, empezaba a ser más claro en sus palabras.
Era un desayuno un tanto incómodo pues el tópico no era precisamente de su entero agrado, la relación no despegaba y al haberse quedado en punto muerto una de dos: o remaban o se hundían. Eso sí, era inevitable salir indemne de "esa" conversación, había que ponerle nombre al entuerto y eso lo había puesto de malas.
El entusiasmo que mostró Karla de entrada se fue desvaneciendo, no solo le habían mentido acerca del status marital, tambien le habría dicho que se mudarían juntos. Quizás él ya tenía asumida la situación y estaba a punto de mandar todo al carajo. La triste realidad desencantaba con las cartas sobre la mesa: Ni pensaba dejar a su esposa, ni le pensaba ceder su parte de la pequeña fortuna que amasaron en el lucrativo negocio de bienes raíces que habían iniciado juntos aunque no pensaba ponerle trabas si se quería desvincular de él, total, en lo afectivo nunca se quiso ver inmerso, fue ella la que forzó las cosas.
Se habían conocido por casualidad, en la puja por un inmueble de incalculable valor en las afueras de la ciudad. Un castillo que había sido el mudo testigo de como se escribían miles de páginas de la vida social de una urbe consumida por las ansias de dar algo de que hablar. Tal era la superficialidad de sus habitantes. A lo largo de décadas enteras corrieron ríos de tinta acerca de lo que se había dado detrás de esas paredes. Fue en esa edificación de estilo armónico o ecléctico, como dirían los entendidos en la materia, de aire augusto, con sus vanguardistas pinceladas en espacios majestuosos, que cautiva a quien camina por su interior. Ahí cruzaron miradas y cuando la magia se instala en un lugar mágico, cualquier cosa puede ocurrir. El clic fue prácticamente inmediato, una cosa llevó a la otra y el resto es historia.
Menospreciar la inteligencia y peor aún, el instinto de Julia tal vez fue el mayor error de Marcelo. Ponerla a manejar las cuentas fue el más grosero. Solo era de atar cabos y las imprevistas idas a la tienda de conveniencia por tarjetas de celular o cigarrillos adquirirían sentido o las altísimas cuentas de restaurantes de lujo.
Pese a que su familia, compuesta por su esposa y dos hijos varones de 10 y 11 años, lo recibía siempre de manera entrañable y con alguna incógnita en mente, un poco de ansiedad y las ganas repentinas de acabar con esos romances de una vez por todas para disfrutar en paz su convivencia, estaban concientes que eran solo deseos, total, sabían que no era la primera vez y estaban seguros que no sería la última y aunque hayan sido muchos los intentos porque la sangre no llegara al río, la paciencia de Julia estaba llegando al límite.
Curiosamente le ocurrió con esta nueva aventura lo impensado, le tocaría el bolsillo. No es difícil pensar que le cueste creerlo y que todavía esté en una nube de irrealidad, incapaz de caer pues los líos laborales le costarían lo poco que quedaba de su maltrecha reputación.
Siempre hábil para resolver estas cuestiones, Marcelo le puso punto final al expediente Karla con un arreglo fuera de la corte, justo cuando volvía a revolvérsele el estómago cuando la veía. Claro que su vida está marcada por el temor y el desencanto. Por eso su camino nunca termina de ser del todo feliz.
5 comentarios:
Uhmmm.. ¬_¬ .. Interesante.. jeje, Muy bueno Mario! xoxo
Muy bueno. Algún día leí algo parecido, sólo que en el final el tipo mata a la esposa, con el objetivo de quedarse con el perro...
Hmmmmmmmm...
tendre q leerlo otra vez
hay algo q no m cuadra
saludos Francia..
Que buen relato. Me encantó.
Apoyo a la pájara, algo no me cuadró, o será que me está haciendo efecto la décima cerveza.. mejor ya no sigo leyendo, hasta mañana :p
Publicar un comentario