20 de septiembre de 2010

El final

La vista era impresionante. Desde el risco adyacente solían contemplarse pinos, abedules y copinoles. La fuerza de aquella vorágine infernal me dejó perplejo. Parecían oleadas ígneas avivadas por el viento seco que venía del Este queriendo tumbar ese remanso verde.

En esa inconmesurable arboleda con tonos refulgentes y nacarados se veía venir la desgracia en cada fogarada. El contraste entre el antes apacible bosque y la devastación que dejaban las abrasadoras llamas era grotesco. Ese olor a carne chamuscada se me impregnó y nunca más lo pude sacar de mi cabeza. Aquella interminable fila de teas asemejaba el Reino de Hades y hacía un ensordecedor retumbo.

El humo entraba en mis pulmones y yo empezaba a perder la conciencia, mientras veía pasar la película de mi vida ante mis ojos. Mis párpados se desplomaban y yo entraba en un trance... dispuesto a manumitir mi alma.

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