Por Pablo Vicente.
Quién tiene la culpa? Todos, dirigentes, cuerpo técnico y jugadores, en su justa medida y armoniosamente.
Por orden de aparición, los dirigentes. Entre las responsabilidades que les cabe a las autoridades del club figura, principalmente, condicionar la gestión a los humores de Juan Román Riquelme. Desde la elección del técnico, por aquellos agitados días de diciembre del año pasado, cuando ya estaba tomada la decisión de no renovarle a Miguel Russo y no pudo prosperar la sucesión que estaba encaminada con Guillermo Barros Schelotto, hasta estas consecuencias futbolísticas que evidentemente nadie advirtió cuando en enero Román anunció que en este segundo semestre quería dedicarse a los Juegos Olímpicos y a la Selección. Pero también hay otras cuestiones. Por caso, en el afán de consolidar el proyecto de juveniles en Primera, se desequilibró el plantel al vender jugadores como Mauro Boselli, Jonatan Maidana, Pablo Ledesma, Fabián Monzón y hasta al pibito Luis Ibáñez y al no traer refuerzos, o traer uno que apenas jugó seis minutos ante Liga de Quito (Damián Díaz). Y hasta el viaje a España para jugar la Copa Joan Gamper sumó otra piedra en el camino. Todo lo bueno que fue para la economía del club (500.000 dólares por un partido) fue negativo en lo futbolístico al tener que suspender la segunda fecha y acumular partidos en una semana. Una más: Palermo se rompió la rodilla hace 40 días, especularon con los resultados para ver si traían o no un reemplazante, finalmente cerraron a Luciano Figueroa hace una semana... Y el jugador, cuyo último partido oficial fue hace cinco meses, aún ni aterrizó en Buenos Aires. Al menos, Lucas Viatri respondió.
Al cuerpo técnico encabezado por Carlos Ischia también le cabe lo suyo. Consciente de su limitado plafón de poder, por la manera en la que llegó al cargo y por los resultados que lo acompañaron hasta aquí, el técnico ni se quejó públicamente porque no le trajeron ni uno de los cinco refuerzos que pidió a mitad de año. Quedó atado a un Riquelme que estuvo muy lejos de aquellos primeros seis meses del 2007 y al que no le pudo sacar su mejor fútbol. Tal vez pifió con algún planteo táctico, como el de Mendoza, cuando en un equipo cansado apostó a un medio con más juego que recuperación al poner a Gracián por Dátolo, o con el de ayer con dos volantes externos ofensivos que venían de jugar y viajar a Ecuador. No pudo manejar el caso Caranta. Y, por si todo esto fuera poco, el Pelado no ligó ni un poquito. Se quedó sin Rodrigo Palacio antes de empezar la pretemporada y perdió una pieza clave como Martín Palermo en el segundo partido.
Y, por último, los jugadores. Con varios debajo de su nivel, algunos desgastados por tantos partidos entre el club y las selecciones y otros sin fuego de campeón, Boca no puede cortar le hemorragia. Ya van tres domingos al hilo con derrotas, una más dolorosa que la otra, y, se sabe, cuando no hay triunfos aflora el malhumor. En la intimidad hay varios que señalan a Riquelme como el culpable de todos los males, un detalle de la convivencia que este diario ya contó hacer varios meses, pero la realidad es que a ninguno le da la chapa, la talla o los pergaminos para sostenerlo públicamente. Y, mucho menos, para el cara a cara con el ídolo. El sueldo de 3.000.000 de euros anuales de Román, sobre todo en este momento futbolístico donde no justifica esa diferencia de diez veces con sus compañeros, suma a los enconos y celos que nunca faltan. Y, en ese contexto, con un líder con pocos seguidores y un clima que se tensa con cada derrota, no son pocos los que extrañan el contrapeso que representaba otro pesado como Martín Palermo, hoy más en el consultorio que en la vida diaria del plantel.
En La Boca hay muchas culpas para repartir y cada uno sabe lo que le toca.
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