21 de agosto de 2007

JRR talento disperso


Cortesía de Oscar García.
Juan Román Riquelme tiene el fútbol en la cabeza, donde no parece haber sitio para mucho más. Su talento es enorme, superior a la media, pero su carácter es tan particular, tan especial, que en ocasiones ese talento se dispersa, se diluye hasta convertir al argentino en un elemento incómodo para el grupo. Pero cuando encuentra su hábitat ideal, está centrado y se siente cómodo, algo que suele depender de la dirección en la que sople el viento, Román es desequilibrante y maneja los partidos a su antojo. Un personaje único, para lo bueno y para lo malo.
Román transmite la sensación de que habita en un universo paralelo, como casi todos los genios, y él es uno de ellos, le cuesta relacionarse con el mundo, no se le recuerda sonriendo y sólo cuando se pone la camiseta de Boca parece alcanzar la plenitud, algo parecido a la felicidad. Fuera de la Bombonera se siente un incomprendido, es un insatisfecho permanente.
La presencia de Riquelme condiciona el juego de cualquier equipo, que debe adaptarse al ritmo de Román, un ritmo de mucho toque y circulación de balón. La posesión de la pelota debe ser máxima, eso es innegociable, y la capacidad de sorpresa pasa por la inspiración del argentino. Su último pase rompe defensas y partidos, pero cuando no aparece, su conjunto se queda sin referentes. Genial cuando está inspirado, pero más horizontal que vertical, ¿aceptaría el técnico del Atlético, Javier Aguirre, modificar su sistema de juego, su filosofía, para hacer un sitio a Riquelme?
Riquelme es capaz de cambiar la cara a un equipo, de transformarlo en un conjunto ganador, pero también puede desesperar al más fanático de sus seguidores con su actitud indolente cuando no le apetece jugar, cuando su cuerpo está en el partido y su mente en Buenos Aires.
Cuando quiere es muy bueno, de los mejores en su puesto, pero como todos los genios tocados por esa varita que los hace diferentes y mágicos, Riquelme no deja indiferente a nadie. Lo adoran o lo ignoran. Pero si se le ficha es para jugar a lo que propone Riquelme, a su ritmo, con sus reglas. Lo que no tiene sentido es contratarlo para emplearlo en funciones para las que no está capacitado y que nada aportarían al equipo.

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