La vieja Teresa era tacaña como ella sola. Decían que no caminaba por no gastar la suela de los zapatos y que no iba al baño todos los días por no gastar el papel higiénico, si por ella fuera sólo con olotes se hubiera limpiado.
Nunca se casó, es que era amarga como ella sola. La mamá, la Nía Crucita siempre le decía:
-Hija, no seas tan enojada, te vas a quedar a vestir santos.
Dicho y hecho, ya habían pasado hasta 20 años desde que el Señor se llevó a dormir en su paz a la Nía Crucita y la vieja zamarra de la Teresa nunca conseguió marido.
Tenía un su sobrino que se había ido a estudiar para contador a la capital. El Tony no era maje, se había enrrollado con la tía para que el día que faltara le dejara, aparte de la casita en la que vivía, la casa que alquilaba en la esquina, que daba al dintel de la alcaldía y un su solar que tenía en la playa Las Mueludas.
Este cipote era hijo de su hermano, Evaristo, que había muerto en la guerra y cuando estaba chiquito se había hecho cargo de cuidarlo cuando la mamá llevaba a otros pueblos la venta de hamacas que tenía. Le daba riata cuando se portaba mal, más que todo eran travesuras inocentes: Peleas con otros bichos del barrio, subirse a los palos del vecino a cortar naranjas, quererle ver los calzones a las niñas de la colonia, etc. Una vez lo avanzó dandole de comer queso a los ratones que salían en el gran caserón que vivían. Le metió una taleguiada que no se pudo sentar en una semana, iba a la escuela con un almohadón porque la hinchazón en las sentaderas lo incomodaba, pero aún así la quería. Eso y el interés, como es que va el dicho? El amor y interés fueron al campo un día, pudo más el interés que el amor que le tenía. Sabía que tenía billete, por eso la aguantaba.
Una vez se pelió con la Nía Vero, su vecina de años y hasta la policía tuvieron que llamar porque esa señora era brava! Hasta el cuchillo dicen que fue a traer a la cocina y todo por el palo de almendras! no le gustaba que botara muchas hojas y no se las barrieran.
Cuando el tal Tony regresó de la capital encontró a la vieja Teresa ya bien enferma, el Doctor Prudencio no le daba ya mucho, decía que con suerte duraba un mes más y cabal. Al mes la estaban enterrando en el campo santo del pueblo, a la par de la Nía Crucita. El hígado le falló de tanto que se enojaba. Al final el Tony se la sopló, tuvo suerte pues, se hizo pistudo, a él le quedó todo.
Nunca se casó, es que era amarga como ella sola. La mamá, la Nía Crucita siempre le decía:
-Hija, no seas tan enojada, te vas a quedar a vestir santos.
Dicho y hecho, ya habían pasado hasta 20 años desde que el Señor se llevó a dormir en su paz a la Nía Crucita y la vieja zamarra de la Teresa nunca conseguió marido.
Tenía un su sobrino que se había ido a estudiar para contador a la capital. El Tony no era maje, se había enrrollado con la tía para que el día que faltara le dejara, aparte de la casita en la que vivía, la casa que alquilaba en la esquina, que daba al dintel de la alcaldía y un su solar que tenía en la playa Las Mueludas.
Este cipote era hijo de su hermano, Evaristo, que había muerto en la guerra y cuando estaba chiquito se había hecho cargo de cuidarlo cuando la mamá llevaba a otros pueblos la venta de hamacas que tenía. Le daba riata cuando se portaba mal, más que todo eran travesuras inocentes: Peleas con otros bichos del barrio, subirse a los palos del vecino a cortar naranjas, quererle ver los calzones a las niñas de la colonia, etc. Una vez lo avanzó dandole de comer queso a los ratones que salían en el gran caserón que vivían. Le metió una taleguiada que no se pudo sentar en una semana, iba a la escuela con un almohadón porque la hinchazón en las sentaderas lo incomodaba, pero aún así la quería. Eso y el interés, como es que va el dicho? El amor y interés fueron al campo un día, pudo más el interés que el amor que le tenía. Sabía que tenía billete, por eso la aguantaba.
Una vez se pelió con la Nía Vero, su vecina de años y hasta la policía tuvieron que llamar porque esa señora era brava! Hasta el cuchillo dicen que fue a traer a la cocina y todo por el palo de almendras! no le gustaba que botara muchas hojas y no se las barrieran.
Cuando el tal Tony regresó de la capital encontró a la vieja Teresa ya bien enferma, el Doctor Prudencio no le daba ya mucho, decía que con suerte duraba un mes más y cabal. Al mes la estaban enterrando en el campo santo del pueblo, a la par de la Nía Crucita. El hígado le falló de tanto que se enojaba. Al final el Tony se la sopló, tuvo suerte pues, se hizo pistudo, a él le quedó todo.
4 comentarios:
Vos Mario ¿y esto es de tu autoría? "que le mientan", esta excelente tenemos estrellas de la literatura en nuestro terruño ¿verdad?.
Buenisimo, felicidades
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http://ejecucion.wordpress.com/
Si señor wirwin, es mio! :p
jeguro veda voj :P
mira.. y kes la ticuisa?
jeyase q ejo no me lo podiya o.O
jaludoj vojn...
Y el Tony al mes siguiente se murió porque en la ciudad aprendió malas mañas de bolo chuco y con el dinero que recibió se puso una zumba de campeonato, que por no estar acostumbrado se petatió. No le duró mucho el gusto de la herencia de la Ticuisa. (^_^)
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