Por Ariel Kertzman
Las banderas a media asta, ahí arriba de los palcos de la Bombonera, son una síntesis exacta del momento. Boca anda con el ánimo a la altura de esas banderas, que así también se mantendrán esta tarde por el duelo por la muerte de Pedro Pompilio, pero ayer volvió a entrenarse tras el viernes de bronca y dolor. Ahora sí, como lo hubiera querido el presidente, la mira está puesta en el partido de hoy con San Lorenzo, en la punta que ayer nomás era utopía (el domingo pasado, antes de Central, estaba a ocho puntos) y hoy es un sueño al alcance de la mano, en ganarle al Ciclón por las obligaciones de siempre y también por la necesidad de regalarle el mejor homenaje a Pompilio.
Así llega Boca a este partido clave, con gusto a final, y con aditivos extras como el regreso de un viejo conocido como Miguel Russo al mando de un rival de los más clásicos. Es cierto que el viernes el plantel no se entrenó, y también que sintió el inesperado golpe, desde ya que algunos más que otros, pero también es cierto que Boca viene de tres triunfos al hilo en el torneo y que ritmo de competencia, está claro, no le falta al equipo después de tanto ajetreo entre el torneo local y la Copa Sudamericana. Por eso, después del dolor y una charla de seis minutos de Carlos Ischia, ayer Boca se volvió a poner en marcha tras el parate por recogimiento. Hubo un loco distendido y luego el clásico picado de los viernes, con Fabián Vargas y Lucas Castromán en los arcos, donde no faltó diversión y discusión. El único que no participó fue Paletta, quien arrastra una fatiga y estuvo en el consultorio, pero que de todos modos hoy será titular.
Después de la práctica, entonces, algunos jugadores hicieron público esa intención de despedir a Pompilio con un triunfo y la punta. Por caso, Pablo Mouche, el pibe que al presidente le regaló la última alegría con su gol a Banfield y también la última camiseta, contó: "Me dolió mucho lo que pasó. Tenía un cariño muy grande por él, pero ahora tenemos la obligación de estar metidos en el partido, porque somos profesionales y tenemos que salir a la cancha a ganar como siempre. Hay que darle una alegría a Pedro", reflexionó. Y Lucas Viatri, otro pibe de Pedro, agregó: "Tenemos que ser profesionales y pensar en el partido. Nuestro deseo es ganar y poder dedicarle el triunfo a Pedro".
Así está Boca. Golpeado por dentro, entero por afuera. Y, claro, con una chance única de suavizar el dolor con una alegría futbolera...
Las banderas a media asta, ahí arriba de los palcos de la Bombonera, son una síntesis exacta del momento. Boca anda con el ánimo a la altura de esas banderas, que así también se mantendrán esta tarde por el duelo por la muerte de Pedro Pompilio, pero ayer volvió a entrenarse tras el viernes de bronca y dolor. Ahora sí, como lo hubiera querido el presidente, la mira está puesta en el partido de hoy con San Lorenzo, en la punta que ayer nomás era utopía (el domingo pasado, antes de Central, estaba a ocho puntos) y hoy es un sueño al alcance de la mano, en ganarle al Ciclón por las obligaciones de siempre y también por la necesidad de regalarle el mejor homenaje a Pompilio.
Así llega Boca a este partido clave, con gusto a final, y con aditivos extras como el regreso de un viejo conocido como Miguel Russo al mando de un rival de los más clásicos. Es cierto que el viernes el plantel no se entrenó, y también que sintió el inesperado golpe, desde ya que algunos más que otros, pero también es cierto que Boca viene de tres triunfos al hilo en el torneo y que ritmo de competencia, está claro, no le falta al equipo después de tanto ajetreo entre el torneo local y la Copa Sudamericana. Por eso, después del dolor y una charla de seis minutos de Carlos Ischia, ayer Boca se volvió a poner en marcha tras el parate por recogimiento. Hubo un loco distendido y luego el clásico picado de los viernes, con Fabián Vargas y Lucas Castromán en los arcos, donde no faltó diversión y discusión. El único que no participó fue Paletta, quien arrastra una fatiga y estuvo en el consultorio, pero que de todos modos hoy será titular.
Después de la práctica, entonces, algunos jugadores hicieron público esa intención de despedir a Pompilio con un triunfo y la punta. Por caso, Pablo Mouche, el pibe que al presidente le regaló la última alegría con su gol a Banfield y también la última camiseta, contó: "Me dolió mucho lo que pasó. Tenía un cariño muy grande por él, pero ahora tenemos la obligación de estar metidos en el partido, porque somos profesionales y tenemos que salir a la cancha a ganar como siempre. Hay que darle una alegría a Pedro", reflexionó. Y Lucas Viatri, otro pibe de Pedro, agregó: "Tenemos que ser profesionales y pensar en el partido. Nuestro deseo es ganar y poder dedicarle el triunfo a Pedro".
Así está Boca. Golpeado por dentro, entero por afuera. Y, claro, con una chance única de suavizar el dolor con una alegría futbolera...
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