Leí la entrada que como por 6 años y medio mantuvo Debugger en su blog mientras le dedicaba tiempo a sus estudios y me quedó aquella espinita por ampliar ese artículo psicológico que él copypastió aquí.
Para casi todos, la envidia es una enfermedad del alma, la corrosión de todo lo noble y tierno en el ser humano. No es descabellado sugerir que la Iglesia Católica ha sido el principal motor detrás de la campaña de difamación contra la envidia; basta con recordar que su sexto mandamiento pregona que desear intensamente lo ajeno es propio de gente ruín. Sin embargo, aunque la iglesia pudo tener su parte, la envidia no es mala sólo porque tenga mala fama, hay algo malo en la envidia en sí. Cuando envidio a otro (de manera más o menos rotunda) me estoy negando a mí mismo. La envidia tiene mala fama porque es un suicidio del íntimo yo.
En todas las familias hay un hermano "winner" y uno "loser", uno que juega en Boca Juniors y otro en Deportivo Pajarito, va pues no lo pongamos tan foráneo sólo porque soy fanático de Boca, uno del Aguila y otro del Vendaval de Apopa, uno que toca la guitarra eléctrica y otro la flauta dulce, un ingeniero aeronáutico de la NASA y un bibliotecario, y aún cuando they look a like, siempre hay uno más bien parecido que el otro, tiene más pegue pues. De todos los mitos que existen, la mentira más grande del mundo es, sin duda, que los padres quieren a todos sus hijos por igual (no quiero escupir al cielo pero quiero pensar que seré el primero en lograrlo!!!) Semejante gesto de equidad y nobleza es imposible; todos tienen un preferido. Y aquí voy a hacer un pequeño paréntesis, cada uno de mis tres hijos tienen algo por qué ser preferidos, Mario Javier por ser mi primogénito (just like me!) Camila por ser mi unica niña y Pablito por ser el más pequeño, hecha esa aclaración continúo. La envidia fraternal es la más morbosa de todas, porque aloja en su centro dos sentimientos horribles: la culpa de conspirar contra un ser querido y el dolor del primer rechazo en la vida. Sobrevivir a la presencia ese hermano perfecto que se lleva todo el amor y las miradas, es una quimera (aclarando para los despistados, Mundo de Quimeras de Soda Stereo no tiene nada que ver!) En la cabeza del relegado, siempre se cocina la misma idea: el otro lo tiene todo. (No, no es por vos Pamela)
Para no ir tan lejos y dejar de cortar vara aterricemos y lleguemos a algo concreto y para ello voy a usar un ejemplo que es de la historia antigua, el caso de Julio César, éste tenía 25 años cuando al pasar al lado de una estatua de Alejandro Magno, lloró amargamente, porque pensó que a esa misma edad, Alejandro ya había conquistado la mitad del mundo y él aún no había hecho nada, en este punto, JC utilizó la envidia como combustible para obtener lo que quería porque a esas alturas del partido sólo quedan dos opciones: imitar o destruir, obvio que se decantó por la primera (y vaya que le salió bien, JC a los 48 años conquistó las Galias y fue emperador de Roma) en otras palabras o nos transformamos en el objeto de deseo o lo volvemos indeseable, para quienes imitan está esa esperanza de superar, de alcanzar (alguna vez han oído el dicho que dice caballo que alcanza, gana?) En cambio, para quienes son incapaces de hacer ese esfuerzo, sólo queda una posibilidad: la aniquilación del objeto o la virtud envidiada. Si no es suyo, que no sea de nadie más. Así como los bichitos, mi sobrino de 3 años puede tener tirados los juguetes y no estarlos usando pero no ha terminado de llegar Pablito y ya todo se vuelve imprescindible para él!
Bottom line, así como leí en alguna parte, no recuerdo dónde, podemos confesar cualquier otro pecado, pero la envidia es algo que nunca confesaremos, la envidia es el aviso de que no somos tan buenos en algo y el objeto envidiado se transforma en la materialización de ese sentimiento de fracaso.
2 comentarios:
Interesante
muy cierto... como que la envidia es lo más bajo q existe, lei en alguna parte q visto peor que un asesinato que mundo!
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