12 de junio de 2010

Erik Weisz




Nacido en Budapest con el nombre del título, este artista del escape siempre me llamó la atención tanto como vivió y como terminó. En definitiva Harry Houdini ( quien tomó su nombre artístico del mago francés Robert Houdin) era alguien con un umbral del dolor muy alto y con una obsesión por la muerte que se llevó a la tumba.

De él se cuentan muchas anécdotas. Una de ellas y probablemente la más famosa de todas fue la del truco que hacía de la camara de tortura china: Se introducía en un baúl de metal y madera con vidrio al frente. Lo llenaban de agua. Con los pies en lo que hoy en día asemejaría las botas con las que la policía inmoviliza las llantas de un carro parqueado en un lugar prohibido, mejor conocido como cepo. Lo levantaban y patas arriba lo introducían de cabeza en el baúl: el cepo tenía candado en la parte superior. Cual Limax maximus envuelta en cloruro de sodio, lograba liberarse halando un resorte escondido que lo dejaba soltarse de los pies tiempo suficiente para no soltar las demás amarras. Lo hacía todo en 240 segundos pero para que el nerviosismo hiciera mella en su público, se ocultaba dos o tres minutos más. Era el éxito.

Un halo de misterio rodeó la muerte de este singular personaje pero algo es seguro, ni cuenta se dió de que murió(que envidia me da!)a finales de octubre de 1926 su fama de soportar todo tipo de golpes en el abdomen se había extendido. Se dice que el tristemente célebre boxeador universitario de la época William Lances le lanzó un golpe sin esperar que meditara y se prepara para asimilar golpes. Tras una seguidilla de golpes y aunque estoicamente los toleró, no se dio cuenta que ya desde antes tenía inflamado el apéndice. Los siguientes días y a pesar de padecer fuertes dolores y fiebre (show must go on!) continuó, hasta desmayarse dos veces en una presentación. La autopsia dictaminó peritonitis. Le explotó el apéndice y nunca lo supo. Grande hasta para irse de este mundo!