Hablar del whisky es hacerlo del aguardiente más conocido en el mundo. La bebida de moda, que expresa como ninguna el predominio histórico actual de la cultura anglosajona, y muy en particular la norteamericana, aunque allí el whisky es whiskey, que no es lo mismo aunque se trate de la misma cosa.
Pero aunque hoy sea la bebida emblemática de los anglosajones, y se den en Escocia la mayor concentración de destilerías, entre ellas las más afamadas del mundo, el antecesor del whisky o «aqua vitae» de cebada fue ya conocido por egipcios y romanos. Sería el cristianismo, más tarde, quien se encargaría de llevar el arte de destilar cereales para obtener aguardiente a las frías tierras de Irlanda y Escocia, donde halló asiento imperecedero. El mismo nombre procede del gaélico "UisgeBeatha", que significa "agua de vida"; es decir, la forma popular de designar la bebida por los celtas, y que los frailes introductores llamaban en latín "agua vitae".
La palabra gaélica se fue abreviando con el uso, hasta derivar primero en «usqua», luego «usky», y finalmente whisky. Es de suponer que, paralelamente, la destilación iría pasando de las cultas manos religiosas a las más rudas campesinas, derivando lo que inicialmente fue un elixir de reyes, en la bebida popular de Irlanda y es la que hoy ha invadido el mundo.
Sea como fuere, y sin tratar de desentrañar enigmas históricos que han hecho correr ríos del mejor whisky en apasionadas discusiones, lo cierto es que los escoceses consiguieron pronto que su espeso, bravo y tonificante aguardiente de cebada y otros cereales, adquiriera justa fama en toda la Gran Bretaña, como la expresión más genuina del espíritu rebelde y bronco de los descendientes celtas de las tierras del norte. Esos mismos hombres que, provistos de un pequeño y transportable alambique, se han dedicado desde siempre a destilar clandestinamente su whisky como forma eficaz de evadir impuestos, aunque en contrapartida, la toxicidad de su brevaje fuera en ocasiones proverbialmente alta. Aguantar un trago de whisky escocés clandestino es una prueba de virilidad similar a la que los esforzados leoneses castellanos se sometían hasta hace no mucho tiempo con su orujo. El monumental dolor de cabeza con que eran recompensados los que superaban la proeza, resulta una bendición del cielo comparado con las lesiones producidas en los más débiles.
Aunque todos ellos proceden de la destilación de cebada, centeno, maíz, mijo y otros cereales, sus técnicas de destilación, las mezclas ("blended") y envejecimiento son distintas, lo que les confiere un sabor peculiar, que el entendido sabrá fácilmente distinguir.
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