El día de ayer, en la antes conocida como Flinders Park, y cerca del Melbourne Cricket Ground, en el extremo sur del distrito financiero de la ciudad del mismo nombre, se jugó la final del Abierto de Australia. Fue en la Rod Laver Arena, donde, a los 35 años y cuatro meses (que lo convirtió en el finalista más longevo de un Major desde 1974) Roger Federer se alzó con el triunfo sobre el español Rafael Nadal.
Tuvieron que transcurrir nueve largos años para que el helvético volviera a batir al hispano en un torneo de esta índole. Se enfrentaron por primera vez en 2004, año en que irrumpieron en la escena del deporte blanco con un arrasador dominio para imponerse a quien se les atravesara durante más de una década. En un inusual 2016 en que no ganó ningún torneo, Federer tuvo que resignarse a dejar de competir cuando sus médicos le aconsejaron que descartara la idea de ir a los Juegos Olímpicos de Río. Antes había pasado por una cirugía de meniscos y a mediados de año fue la espalda la que dijo basta. Hasta entonces, fueron 65 de manera consecutiva, los torneos de Grand Slam que había atendido.
No está ya entre nosotros David Foster Wallace, a la sazón el periodista que hace 11 años definiría la rivalidad Federer-Nadal como la de deidades: "Nadal es la némesis de Federer. Se enfrentan la virilidad apasionada del sur de Europa contra el arte intrincado y clínico del Norte. Dionisio y Apolo. Cuchillo de carnicero contra escalpelo".
Como debía ser una final de este calibre, se fue hasta los cinco sets. Los parciales fueron 6-4, 3-6, 6-1, 3-6 y 6-3. Luego de tres horas y treinta y siete minutos, el suizo estuvo contra las cuerdas en un final épico, en el que a punto estuvo el balear de vencerlo. Pero se le escapó como el agua entre los dedos. Teniendo pleno control del partido con un 3-2 en el quinto y definitivo set, se dejó alcanzar por un renovado Federer, que se convirtió en pentacampeón del certamen.
Son ya 18, los Grand Slams. Siete veces vencedor en Wimbledon, cinco del Abierto de Estados Unidos, una de Roland Garros y ahora cinco en Australia, Federer escribe en letras de oro su nombre en los anales de la historia, haciendo ahora más difícil que quien le sustituya como monarca absoluto, llegue a la utópica cifra de 19 para superarle. Se antoja complicado que alguien llegue a refutar sus credenciales como el mejor. Esperemos verle en futuros torneos, aunque para muchos que presenciamos esta épica batalla, hemos quedado agradecidos y satisfechos.
Tuvieron que transcurrir nueve largos años para que el helvético volviera a batir al hispano en un torneo de esta índole. Se enfrentaron por primera vez en 2004, año en que irrumpieron en la escena del deporte blanco con un arrasador dominio para imponerse a quien se les atravesara durante más de una década. En un inusual 2016 en que no ganó ningún torneo, Federer tuvo que resignarse a dejar de competir cuando sus médicos le aconsejaron que descartara la idea de ir a los Juegos Olímpicos de Río. Antes había pasado por una cirugía de meniscos y a mediados de año fue la espalda la que dijo basta. Hasta entonces, fueron 65 de manera consecutiva, los torneos de Grand Slam que había atendido.
No está ya entre nosotros David Foster Wallace, a la sazón el periodista que hace 11 años definiría la rivalidad Federer-Nadal como la de deidades: "Nadal es la némesis de Federer. Se enfrentan la virilidad apasionada del sur de Europa contra el arte intrincado y clínico del Norte. Dionisio y Apolo. Cuchillo de carnicero contra escalpelo".
Como debía ser una final de este calibre, se fue hasta los cinco sets. Los parciales fueron 6-4, 3-6, 6-1, 3-6 y 6-3. Luego de tres horas y treinta y siete minutos, el suizo estuvo contra las cuerdas en un final épico, en el que a punto estuvo el balear de vencerlo. Pero se le escapó como el agua entre los dedos. Teniendo pleno control del partido con un 3-2 en el quinto y definitivo set, se dejó alcanzar por un renovado Federer, que se convirtió en pentacampeón del certamen.
Son ya 18, los Grand Slams. Siete veces vencedor en Wimbledon, cinco del Abierto de Estados Unidos, una de Roland Garros y ahora cinco en Australia, Federer escribe en letras de oro su nombre en los anales de la historia, haciendo ahora más difícil que quien le sustituya como monarca absoluto, llegue a la utópica cifra de 19 para superarle. Se antoja complicado que alguien llegue a refutar sus credenciales como el mejor. Esperemos verle en futuros torneos, aunque para muchos que presenciamos esta épica batalla, hemos quedado agradecidos y satisfechos.