22 de abril de 2020

No tengo tiempo






Habida cuenta que esta olvidada bitácora cumple ahora catorce años de haber inaugurado su contador de publicaciones, decidí conmemorar la fecha.


Hace dos días, cumplió 34 meses la última entrada publicada en este blog. Fue en el ya lejanísimo mes de agosto del 2010, que presagiaba que las redes sociales estaban acabando con el sano hábito de la lectura (edificante o no) de lo que fuera que se le ocurriera a quienes dábamos rienda suelta a nuestra imaginación en estos espacios de expresión. Y pues eventualmente, sucedió. Recuerdo con lucidez, las interminables y apasionadas discusiones que animaban mis días de bloguero activo. Siempre había algo que conversar. Muchas veces habían consensos, las más de las veces discrepancias, pero se pasaba bien. Eso si, perdí la cuenta de las veces que emplee esas tres palabras que tienen por título esta entrada. Por los motivos que sean, el tiempo escasea a medida que uno se llena de compromisos de toda índole. Hasta que nos vino esta pandemia. Y hoy si, ya volvemos a nuestros orígenes.

A mediados del año pasado, leía a un bloguero español que por motivos profesionales se ve en la obligación de informar a pacientes y familiares que padecen una enfermedad degenerativa e incurable. Muchas veces, terminal. Contaba las diversas reacciones que tenían. Continuaba su relato en el sentido que observaba, que las personas que tienen mucho dinero manejan mucho peor esa clase de noticias, que los que son de clases más desfavorecidas.

¿Por qué se da eso? Pues no cuesta entender que la mayoría de personas acaudaladas y poderosas están acostumbradas a "comprar" lo que sea que les resuelva sus inconvenientes y se ven en la penosa situación de enfrentar algo que no distingue de clases económicas, cuya solución no está a la venta, y por lo tanto, no se puede adquirir o en este caso, alargar. El tiempo en este plano astral. Lo finito de la existencia humana.

Esta vez el mensaje será corto. Mientras menos se diluya en verborrea, mejor llegara a su(s) receptor(es). Tomen medidas para no contagiarse. Expresen lo que sienten y no se queden con nada. No sabemos hasta cuando estaremos en este mundo.


20 de junio de 2017

Stranger Things



No soy de los que le arruina la diversión a los potenciales telespectadores. Tan solo voy a mencionar cosas que me gustaron de la antemencionada serie, sin caer en spoilers. Véanla, no se van a arrepentir



Lo acepto. Me había distanciado de las series que lo enganchan a uno y lo hacen a uno practicar lo que se ha dado en llamar binge-watching, esa acción de ver varios capítulos de la misma serie de televisión de forma continua en formato digital, generalmente vía servicio de streaming. Me dio un arrebato por volver a las raíces y me he hecho ratón de biblioteca, como bien lo decía el buen amigo Hunnapuh, en esta su entrada que viralizó el alcalde de la ciudad de San Salvador.

Mentiría si no reconociera que, debido a tantos y tantos comentarios que había escuchado y leído en mis redes sociales, estaba intrigado por la serie que nos ocupa en esta entrada. Netflix ha sido un fenómeno mediático que ha llegado para quedarse. Sin embargo, esta vez ha lanzado al mercado un aserto que quizás haga historia. Stranger Things apela al mercado nostálgico de quienes ya pateamos la cuarta década. No es necesario haber vivido en los Estados Unidos para enamorarse de esta serie a las primeras de cambio. Los productos que nos daba a consumir Hollywood en la década de los 80, nos dejó memorias que se refrescaban a medida que pasaban los capítulos. Con una banda sonora 100% plagada de éxitos, una línea argumental que intriga desde el inicio y unos personajes simpáticos, la mesa está servida.

Los creadores, los hasta hace poco desconocidos hermanos Matt y Ross Duffer, desanduvieron ese camino de las fórmulas de éxito tantas veces comprobado en el séptimo arte y forjaron un recorrido alternativo de regreso en el tiempo, abrazados a la idea que todo tiempo pasado fue mejor. Se subieron al carro de una idea harto conocida que, de sostenerla, tenía altas probabilidades de llevarlos al Olimpo de los realizadores con el toque de Midas.

Winona Ryder hace un papel MAGISTRAL, así, en mayúsculas. David Harbour le secunda muy bien. De hecho, en su discurso de aceptación del SAG, hizo algunas acotaciones que merecieron más énfasis en los medios, más que las muecas que hizo la actriz y que si tuvieron eco en los noticieros:


"As we act in the continuing narrative of Stranger Things, we... will repel bullies, we will shelter freaks and outcasts, those who have no home, we will get past the lies, we will hunt monsters, and when we are at a loss amidst the hypocrisy and the casual violence of certain individuals and institutions, we will, as per chief Jim Hopper, punch some people in the face when they seek to destroy the weak, the disenfranchised, and we will do it all with soul, with heart, and with joy. We thank you for this responsibility."

Como se pudo ver en los anuncios del Super Bowl del 5 de febrero del presente año, ya hay anticipos de lo que se verá en su segunda entrega.





La segunda temporada de Stranger Things se estrenará el día de Halloween. Como decía el título de otra película, no de esa época, sino que de los 90's... Can't hardly wait.

14 de marzo de 2017

La despedida



Las imágenes me vuelven a la memoria. Recuerdos borrosos que lentamente se aclaran. Intento comprender como llegamos a esto. ¿En qué momento todo se dio vuelta?

¿Para dónde se fue el tiempo? ¿y qué hay de los planes que teníamos para dos?

Encontré un manuscrito de hace 3 años. Pasa que muchas veces cada uno se retrata en lo que escribe. Hoy me da pena reconocerlo, pero pareciera que desde siempre he sido un cursi consumado.

"Si me dieran a elegir una vez más, te elegiría sin pensarlo. Es que no hay nada que pensar. No existe motivo ni razón para dudarlo, ni por un solo segundo, porque has sido lo mejor que tocó este corazón."

¡Qué escena tan conmovedora! ¡Soy un sinvergüenza!

Consentidor y perpetrador siguen la misma suerte. No tengo perdón.

30 de enero de 2017

¡Y volvió a ganar Federer!









El día de ayer, en la antes conocida como Flinders Park, y cerca del Melbourne Cricket Ground, en el extremo sur del distrito financiero de la ciudad del mismo nombre, se jugó la final del Abierto de Australia. Fue en la Rod Laver Arena, donde, a los 35 años y cuatro meses (que lo convirtió en el finalista más longevo de un Major desde 1974) Roger Federer se alzó con el triunfo sobre el español Rafael Nadal.

Tuvieron que transcurrir nueve largos años para que el helvético volviera a batir al hispano en un torneo de esta índole. Se enfrentaron por primera vez en 2004, año en que irrumpieron en la escena del deporte blanco con un arrasador dominio para imponerse a quien se les atravesara durante más de una década. En un inusual 2016 en que no ganó ningún torneo, Federer tuvo que resignarse a dejar de competir cuando sus médicos le aconsejaron que descartara la idea de ir a los Juegos Olímpicos de Río. Antes había pasado por una cirugía de meniscos y a mediados de año fue la espalda la que dijo basta. Hasta entonces, fueron 65 de manera consecutiva, los torneos de Grand Slam que había atendido.

No está ya entre nosotros David Foster Wallace, a la sazón el periodista que hace 11 años definiría la rivalidad Federer-Nadal como la de deidades: "Nadal es la némesis de Federer. Se enfrentan la virilidad apasionada del sur de Europa contra el arte intrincado y clínico del Norte. Dionisio y Apolo. Cuchillo de carnicero contra escalpelo".

Como debía ser una final de este calibre, se fue hasta los cinco sets. Los parciales fueron 6-4, 3-6, 6-1, 3-6 y 6-3. Luego de tres horas y treinta y siete minutos, el suizo estuvo contra las cuerdas en un final épico, en el que a punto estuvo el balear de vencerlo. Pero se le escapó como el agua entre los dedos. Teniendo pleno control del partido con un 3-2 en el quinto y definitivo set, se dejó alcanzar por un renovado Federer, que se convirtió en pentacampeón del certamen.

Son ya 18, los Grand Slams. Siete veces vencedor en Wimbledon, cinco del Abierto de Estados Unidos, una de Roland Garros y ahora cinco en Australia, Federer escribe en letras de oro su nombre en los anales de la historia, haciendo ahora más difícil que quien le sustituya como monarca absoluto, llegue a la utópica cifra de 19 para superarle. Se antoja complicado que alguien llegue a refutar sus credenciales como el mejor. Esperemos verle en futuros torneos, aunque para muchos que presenciamos esta épica batalla, hemos quedado agradecidos y satisfechos.

19 de enero de 2017

La magdalena de Proust





"...todo eso, pueblo y jardines, que va tomando forma y consistencia, sale de mi taza de té."

(Marcel Proust. "En busca del tiempo perdido")



¿Cuantas veces hemos sentido un perfume y recordado a alguien que sabíamos que lo usaba? ¿o saboreado un manjar y evocamos memorias de un tiempo lejano en que lo probamos por vez primera? Los expertos nombraron a ese fenómeno como efecto 'Magdalena de Proust'.

Esto se debe a que en su obra "Por el camino de Swann" (primera de siete partes de que consta "En busca del tiempo perdido") el narrador hace remembranza de su infancia al comer una magdalena con una taza de té. Relaciona el sabor, la textura y la fragancia de la magdalena, con el mismo estímulo que experimentó tiempo atrás, así como los viajes que efectuaba con sus progenitores a casa de su tía Leonie.

Proust sintetiza desde el inicio de su obra, y en un solo acto, el vínculo existente entre la vida, la muerte y la memoria. De esta manera, el autor demuestra su percepción de una realidad que solo se puede comprender mediante la experiencia sensorial. Esta memoria automática, que nos retrotrae a momentos del pasado, es la que valida nuestra existencia y nos causa placer y satisfacción.